El Rodillarato estratégico gira sobre miles de inocentes.
Los ojos miran fijamente a las tinieblas.
El cielo nocturno está lleno de cifras romanas, y con ellas se alimenta un tractor en llamas, en una encrucijada de nihilismos cínicos.
(Churrasco de delfín: El pez que es el sapo que quiso ser mariposa y lo consiguió en un tercio, se esconde entre la maleza del mar pero lo sacan en la red, prendido en ella con sus púas y verrugas –cuando se le libera de la red quedan las manos brillantes con sus viscosidades ctónicas)
A veces uno se despierta por la noche y garabatea rápido unas palabras en el papel higiénico que más a mano tiene, en el margen de un periódico local (¡las palabras nunca irradian significado!), pero por la mañana: esas mismas palabras siguen sin decir mierdas, lapsus linguae. ¿O fragmentos del gran estilo nocturno que pasó de largo después de haber sido follado duro y seco?
La huérfana está cansada.
Mediocridades consuetudinarias.
No sé si estamos en el principio o llegando al estadio final de la AngloGalician Cosa. No se puede hacer el resumen, el resumen es imposible. El resumen es la mandrágora– (consulten la enciclopedia de creencias germanas y nórdicas de la foresta: La mandrágora Bardot que lanzaba un grito tan terrible cuando la arrancaban de la tierra que el que lo había hecho caía muerto. Tenía que hacerlo el perro negro que llevamos dentro…)
El viento que ha soplado con tanta meticulosidad todo el día –en los arrecifes más lejanos están contadas todas las briznas de hierba que hemos fumado– ha amainado en el interior de Galizalbion. La llama de la antorcha se yergue vertical. La pintura marina y la pintura del bosque lóbrego oscurecen juntas.
Ya no quedan entradas con etiqueta Lesende Lege.
Grandes ilustradores e ilustradoras tiene la Anglogalician Chorromoco.
Tenemos a Cisco&Miño, entre otros forajidos.
Tenemos a los ahorcados a orillas del Bann: W.Pol Pot, Orto, LBQ?, Barry Milk.
También el follaje de los arces y carballos de cinco pisos se vuelve negro. De un negro Ronnie Farras.
«Cada edición es la última».
Palabras vacías, sin sentido para los seres que viven en la media noche de finales de cualquier estación cuando los porcos bravos montan tractores como desesperados y el Atlántico está cerca y el solitario grifo de lefa se levanta entre el rosal silvestre como una estatua ecuestre a cuatro patas.
Como un último Hildisvíni.
La cerveza sabe a hierro.
En la penumbra de un rincón de un pub de North Fork, en una luz natural de suave moho, hay una lista grabada en piedra arenisca –siglo secular– que aún esputa los nombres de nuestros héroes
Y sobre las escamas de dragón de las fauces de las alcantarillas resuenan los huidizos pasos de los stags (Imágenes rubras más fuertes en el recuerdo que cuando se ven directamente, alcanzan su mayor intensidad cuando los polvos culpables giran en la memoria como un lento y ruidoso carrusel.) En ninguna parte refugio. Por todas partes peligro.
Así ha sido. Así es.
El combate del Porco Bravo.
La necesaria violencia de la Anglogalician Cup.
Los ojos miran fijamente a las tinieblas.
El cielo nocturno está lleno de cifras romanas, y con ellas se alimenta un tractor en llamas, en una encrucijada de nihilismos cínicos.
(Churrasco de delfín: El pez que es el sapo que quiso ser mariposa y lo consiguió en un tercio, se esconde entre la maleza del mar pero lo sacan en la red, prendido en ella con sus púas y verrugas –cuando se le libera de la red quedan las manos brillantes con sus viscosidades ctónicas)
A veces uno se despierta por la noche y garabatea rápido unas palabras en el papel higiénico que más a mano tiene, en el margen de un periódico local (¡las palabras nunca irradian significado!), pero por la mañana: esas mismas palabras siguen sin decir mierdas, lapsus linguae. ¿O fragmentos del gran estilo nocturno que pasó de largo después de haber sido follado duro y seco?
La huérfana está cansada.
Mediocridades consuetudinarias.
No sé si estamos en el principio o llegando al estadio final de la AngloGalician Cosa. No se puede hacer el resumen, el resumen es imposible. El resumen es la mandrágora– (consulten la enciclopedia de creencias germanas y nórdicas de la foresta: La mandrágora Bardot que lanzaba un grito tan terrible cuando la arrancaban de la tierra que el que lo había hecho caía muerto. Tenía que hacerlo el perro negro que llevamos dentro…)
El viento que ha soplado con tanta meticulosidad todo el día –en los arrecifes más lejanos están contadas todas las briznas de hierba que hemos fumado– ha amainado en el interior de Galizalbion. La llama de la antorcha se yergue vertical. La pintura marina y la pintura del bosque lóbrego oscurecen juntas.
Ya no quedan entradas con etiqueta Lesende Lege.
Grandes ilustradores e ilustradoras tiene la Anglogalician Chorromoco.
Tenemos a Cisco&Miño, entre otros forajidos.
Tenemos a los ahorcados a orillas del Bann: W.Pol Pot, Orto, LBQ?, Barry Milk.
También el follaje de los arces y carballos de cinco pisos se vuelve negro. De un negro Ronnie Farras.
«Cada edición es la última».
Palabras vacías, sin sentido para los seres que viven en la media noche de finales de cualquier estación cuando los porcos bravos montan tractores como desesperados y el Atlántico está cerca y el solitario grifo de lefa se levanta entre el rosal silvestre como una estatua ecuestre a cuatro patas.
Como un último Hildisvíni.
La cerveza sabe a hierro.
En la penumbra de un rincón de un pub de North Fork, en una luz natural de suave moho, hay una lista grabada en piedra arenisca –siglo secular– que aún esputa los nombres de nuestros héroes
Y sobre las escamas de dragón de las fauces de las alcantarillas resuenan los huidizos pasos de los stags (Imágenes rubras más fuertes en el recuerdo que cuando se ven directamente, alcanzan su mayor intensidad cuando los polvos culpables giran en la memoria como un lento y ruidoso carrusel.) En ninguna parte refugio. Por todas partes peligro.
Así ha sido. Así es.
El combate del Porco Bravo.
La necesaria violencia de la Anglogalician Cup.