Un sacerdote-pastor procedente de tierras orientales
Tronó
Contra el brezo, las piedras negras, el agua encabronada, el cielo gris
Contra los altivos árboles
Excomulgó a la nubes
Condenó al Viento del Norte
Arrojó a los páramos a las tinieblas del desierto
Fustigó a los horizontes de acero
Con la quijada del vacío de sus creencias
Ufano en su demencia
Hasta quedarse sin aliento-
Ante un Mar más noble y sabio que sus supersticiones
Se detuvo
Y, entonces, vaciló
En aquel momento de duda
De pulmones huecos
De culo manchado
Cuando sólo sus lágrimas le protegían
Vio
La tierra que pisaba moverse
Entonces sus palabras, sus mentiras, lo abandonaron
La mente lo abandonó. Su Dios de madera lo abandonó
Doblegado
El rayo que no cesa
De un destello mutilador- el nuevo profeta-
qué puta risa
Bajo el interminable aullido de la noche
Torturado escaldado sajado por la inmensidad de la Causa
Intentó confesarlo todo, pero no pudo
No pudo
Exudar ni una puta palabra
Ni escupir su letanía de embustes
Pelado hasta su letra-raíz, cruciforme
Vomitado, acurrucado
Intento contarlo todo
Crispando los dedos
Combando los codos
Hurgando sus orificios
Hasta que al final
Se resignó
A la mudez
A la Verdad
Una Manada no es rebaño
Nunca lo será
Deja, pues, que lo que le ocurra simplemente ocurra
Tronó
Contra el brezo, las piedras negras, el agua encabronada, el cielo gris
Contra los altivos árboles
Excomulgó a la nubes
Condenó al Viento del Norte
Arrojó a los páramos a las tinieblas del desierto
Fustigó a los horizontes de acero
Con la quijada del vacío de sus creencias
Ufano en su demencia
Hasta quedarse sin aliento-
Ante un Mar más noble y sabio que sus supersticiones
Se detuvo
Y, entonces, vaciló
En aquel momento de duda
De pulmones huecos
De culo manchado
Cuando sólo sus lágrimas le protegían
Vio
La tierra que pisaba moverse
Entonces sus palabras, sus mentiras, lo abandonaron
La mente lo abandonó. Su Dios de madera lo abandonó
Doblegado
El rayo que no cesa
De un destello mutilador- el nuevo profeta-
qué puta risa
Bajo el interminable aullido de la noche
Torturado escaldado sajado por la inmensidad de la Causa
Intentó confesarlo todo, pero no pudo
No pudo
Exudar ni una puta palabra
Ni escupir su letanía de embustes
Pelado hasta su letra-raíz, cruciforme
Vomitado, acurrucado
Intento contarlo todo
Crispando los dedos
Combando los codos
Hurgando sus orificios
Hasta que al final
Se resignó
A la mudez
A la Verdad
Una Manada no es rebaño
Nunca lo será
Deja, pues, que lo que le ocurra simplemente ocurra